Por Eduardo Mackenzie
Petro está temblando de miedo. No sabe qué rumbo tomar ante el fracaso de sus perversas “reformas”. Su gobierno no cumple todavía ocho meses y ya miles de votantes declaran su amargura por lo que él hace y abandonan las toldas del petrismo. La “reforma” pensional, de la salud y la escasez artificial de medicamentos que provocó una petrista recalcitrante, la ministra Corcho, para presionar a los congresistas, es una infamia más que nadie aprueba. Igual horror desata la “paz total” y las atrocidades cometidas por una maquillada “guardia campesina”, este 2 de marzo en Caquetá, contra 79 policías y los empleados de una empresa petrolera. Petro admitió ser el responsable de eso, pero no dijo estar arrepentido de haber abandonado al degollado policía Ricardo Arley Monroy y a la fuerza pública de Los Pozos.
En forma acelerada, Petro degradó las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, Perú y El Salvador, y su negativa a combatir el narcotráfico lo tiene en la mira de la DEA y de algunas agencias europeas.
Petro está perdiendo terreno. La “reforma política” también se le hunde y el Congreso no quiere concederle los 14 “poderes especiales” que pide.
Muchos sospechan que el hombre, con esas facultades, acelerará su acción de destrucción institucional y económica, para transferirle a Venezuela y Cuba, bajo el disfraz de importaciones, los recursos económicos, energéticos y monetarios de Colombia. El único horizonte intelectual de Petro es eso: imitar lo que hizo Chávez respecto de Cuba. Petro espera agotar el crecimiento relativo de Colombia para engordar a los bonzos de la dictadura madurista.
El nuevo jefe del poder ejecutivo está furioso porque su macabro plan no avanza. Está frenado porque él no logra ocultar lo que hace. El país decidió no dormirse ante tanto peligro. En Colombia, la prensa y las redes sociales, los gremios económicos y la ciudadanía, están haciendo un excelente trabajo de vigilancia, revelación y difusión de las bajas maniobras de la clique petrista. Y están aprendiendo del Perú y de otros países que luchan contra caudillos corruptos y depredadores. Están descubriendo que es clave descifrar las señales tenues sobre los planes del gobierno, para atajarlos antes de que sea demasiado tarde.
En vista de eso, Petro prepara golpes para censurar la prensa y obstaculizar las redes sociales, que él, paradójicamente, usa con maestría. Pero él quiere ir más allá: grita que utilizará la fuerza “de las masas” contra el país rebelde. Lo dijo sin rodeos este 26 de marzo en Bogotá. Su destemplada arenga ante las bases del partido petrista, y de las juntas de Acción Comunal, reunidas en un hangar de la Universidad Nacional por el ministro del Interior, merece un examen.
Allí, ante el llamado de atención de 17 gobernadores que le recordaron que el lema del escudo de Colombia es “Libertad y Orden” y no “opresión y podredumbre”, el nuevo presidente salió con la nota alarmista de que alguien le está preparando “un golpe de Estado blando”. Y amenazó: “Ni se les ocurra porque el pueblo sabe qué hacer si hay un tipo de actividad como esa”. ¿Debemos entender que los seguidores de Petro emplearán la violencia extrema para reprimir a la oposición? Petro gritó: “Nos interesa es (sic) que el pueblo se mueva”; “nos interesa es (sic) que el pueblo sienta que tiene el poderrrr”. Y, en un último espasmo cesarista, gesticuló: “¡Llegó el momento de tener el poderrr!”, “que [el pueblo sienta] que ¡no eran simplemente unas elecciones, que, por fin, después de dos siglos, ganamos!”.
El mensaje de Petro es, pues, doble. Primero: desde Simón Bolívar, Colombia, según el, no ha tenido un gobierno que valga la pena. ¿El primero será el de alias Aureliano? Segundo: que las elecciones de 2022 fueron una farsa, un golpe de suerte (o una falsificación sofisticada), que le dio el poder sin dárselo, pues la Constitución sigue vigente. El verdadero poder, según él, vendrá ahora, gracias a un acto sedicioso del petrismo que aplaste la oposición y retire todos los límites de derecho, ¡pues este es “el momento del poder popularrr!”.
En tono patético Petro sentenció: “No hay posibilidad de hacer un cambio en Colombia si nos dejan solitos allá dentro del palacio frío de Nariño”. Como la audiencia no le respondió como él quería, acudió a la calumnia. Indicó que su gobierno no le pedirá a la fuerza pública “disparar contra la población porque nos asustan [las] manifestaciones”. ¿Cuándo la fuerza pública colombiana disparó contra la población? Petro miente como un sacamuelas. Deducción: serán otros los que dispararán contra las manifestaciones anti petristas. ¿Esa represión será dejada a las nuevas “primeras líneas” como en los sangrientos “paros cívicos” de 2020 y 2021?
¿Está el gobierno creando una estructura paramilitar de “poder popularrr” que se encargue de tal represión?
El último cuplé del mitin estrafalario fue para mostrarse como la reencarnación de Salvador Allende. Petro anunció que va a construir “algo que vamos a llamar la Unidad Popular”. Extraño giro. ¿El Pacto Histórico entró en crisis y hay que inventar otra cosa? Unidad Popular era el nombre del gobierno marxista de Allende que fracasó y llevó a Chile a la miseria y al golpe de Estado.
Eso no será jamás un modelo para Colombia. Pocos saben que el allendismo fue minoritario. La elección del 4 de septiembre de 1970 mostró que la Unidad Popular obtuvo 36% de los votos contra 64% de los otros candidatos (Alessandri, Tomic y otros). Allende tuvo que ser elegido por el Congreso, por un escaso margen.
Tantos fueron los desastres que creó ese régimen que el Congreso chileno, el 22 de agosto de 1973, declaró la ilegitimidad del gobierno de Allende, veinte días antes del putsch del general Augusto Pinochet. Penetrado rápidamente por los soviéticos y el castrismo, el gobierno de Allende desordenó la economía, pisoteó la legalidad, violó la libertad de expresión, gangrenó la política, despojó y regimentó a los ciudadanos.
Desde la visita oficial de Fidel Castro a Allende en 1970, una serie de redes de la policía secreta cubana fueron instaladas en Chile para que espiaran los grupos de oposición y al propio Allende. La prensa chilena reveló una parte de eso el 3 de abril de 1972. Allende entregó el transporte del cobre chileno a una empresa naval rusa, Baltic Steamships, y dejó entrar cerca de 20 000 instructores militares cubanos, soviéticos, checos y de la RDA con falsas identidades para que controlaran la administración allendista y las industrias estatizadas del Cordón de Cerillas, donde gran cantidad de armas checas fueron ocultadas. La guerrilla MIR, ese arsenal y esos instructores participaron en la resistencia armada contra el golpe del 11 de septiembre de 1973.
¿Por qué Petro habló de Unidad Popular ante una reunión de juntas de Acción Comunal de todo el país? ¿Ese sector ha sido escogido por él para que sirva de armazón para montar un dispositivo de vigilancia y control social de la población?
El aspecto más inquietante del mitin del 26 de marzo es que lo dicho por Petro trae a la memoria otro hecho: la carta del 29 de julio de 1973 en la que Fidel Castro le ordena a Allende examinar, con dos agentes cubanos que él le envía, “la situación interna chilena y los peligros que hacen correr a la revolución los putchistas”. Castro precisa: “Lo más importante es advertirle al enemigo que fuerzas están listas y perfectamente armadas para entrar en acción contra él”.
¿Petro creyó necesario asustar a los patriotas para que abandonen su lucha pues, como diría Fidel Castro, “fuerzas están listas y perfectamente armadas” para reprimir la oposición? Y, sobre todo, ¿por qué Petro lanzó eso ante una reunión nacional de juntas de Acción Comunal? ¿Cuál será la tarea del movimiento que Petro llamó, como Allende, la Unidad Popular?
¿Quién está preparando un golpe de Estado? ¿Por qué cuadros petristas están exigiendo el cierre del Congreso? ¿Lo ven como un obstáculo? ¿Ese pedido no es un golpe contra todos los partidos y contra la democracia? Las tres palabras claves para el país en este momento son: vigilancia, vigilancia y vigilancia.